Cuando se menciona Mont-Tremblant, la mayoría imagina pistas nevadas, trineos deslizándose por colinas y esquiadores recorriendo pendientes impecables. Pero hay algo que muchos pasan por alto: cuando la nieve se funde, comienza otra temporada. Más verde, más cálida, igual de vibrante.
En pleno corazón de las Laurentides, al norte de Montreal, Mont-Tremblant revela un segundo rostro cuando el invierno se retira. Lo que en enero es un paraíso alpino, en julio se transforma en una invitación abierta a explorar, respirar profundo y reconectar con un ritmo natural.
Para quienes se animan a visitarlo fuera de la temporada blanca, el destino ofrece una experiencia diferente, más pausada, pero no por ello menos fascinante.

Itinerario de verano en Mont-Tremblant
El Parque Nacional de Mont-Tremblant, el más extenso de Quebec, es una sinfonía de verdes en primavera y verano. Sus senderos serpentean entre lagos glaciares y bosques boreales, y permiten al viajero elegir cómo quiere explorar: caminando por rutas de senderismo, desafiando montañas en bicicleta o deslizándose en kayak por aguas que reflejan las nubes como espejos.
Aquí, la naturaleza no se mira, se habita. El aire limpio, la ausencia de ruido urbano y la proximidad con la fauna local —alces, castores, águilas— crean una sensación difícil de traducir, algo entre la aventura y la contemplación.
Mont-Tremblant no pierde altura cuando la nieve se va. La góndola panorámica sigue en funcionamiento durante los meses más cálidos, elevando a los visitantes hasta el punto más alto de la montaña. Desde allí, la vista se abre como un abanico infinito de colinas, lagos y cielo. No hay necesidad de esquís. Basta con una manta, una cesta de picnic y algo de tiempo.

Actividades wellnes en Montreal
Mont-Tremblant ha cultivado también una faceta de bienestar. Algunos viajeros llegan sin buscar adrenalina, sino equilibrio. Los spas al pie de la montaña, los baños termales y los alojamientos orientados al descanso ofrecen un contrapunto necesario al ritmo de las ciudades. Ya sea con un masaje al aire libre o una tarde sin reloj frente a un lago, el cuerpo y la mente encuentran su espacio.
Golf con paisaje incluido
Para quienes buscan una experiencia activa pero más pausada, el golf es una alternativa inesperada. Le Diable y Le Géant, los dos campos principales del área, ofrecen recorridos exigentes pero generosos en vistas: montañas al fondo, bosques a los costados, aire fresco y silencio. Incluso quienes nunca han tomado un palo de golf pueden disfrutar la experiencia por el simple placer de estar ahí.
Mont-Tremblant en verano no compite con su invierno. Lo complementa. Le pone otra voz a la misma canción. Es un lugar que cambia con las estaciones, pero no pierde su esencia: la de invitar al viajero a detenerse, respirar y mirar más allá del calendario.
A 90 minutos de Montreal, y sin necesidad de esperar la próxima nevada, Tremblant es un recordatorio de que algunos destinos se pueden descubrir más de una vez, y en cada visita, volver a empezar.
